La Tierra Iluminada existe, oyen en el viento su llamado dulce, pero es un viaje difícil a través del mar.
- Tenemos que irnos ya, acompañame, te lo ruego. - le insiste por última vez el muchacho.
La dama lo mira, se fija en él, en su cabellera larga y negra hasta casi los hombros, en sus labios, en sus ojos marrones y expresivos, en el peligro, en sus deseos, en los de ella.
- Sí, te acompaño - le contesta segura la mujer, y agrega - pero dejemos algo acá, es lo menos que podemos hacer por el pasado.
Mira el suelo y espera la respuesta de su hombre. Su vestido blanco ondea al viento, al igual que su pelo, y la luz que pasa por entre los árboles relampaguea en su semblante pálido.
Caminan juntos en silencio unos metros hasta encontrarse en la cima de la colina. Ven desde allí las verdes extensiones de tierra, y, más allá, unos ventarrones negros y nubes que amenazan con aniquilar, y lo que parecen huracanes más a lo lejos.
Imágenes de muerte y destrucción invaden las mentes de ambos, de ciudades caídas, de pueblos vacíos y de gente huyendo, gente como ellos.
- Por allá viene... - dice la dama en voz alta sin proponérselo. Gira para ver a su hombre y no lo encuentra. Las órbitas de sus ojos se le agrandan, y luego de mirar alrededor, grita el nombre de su acompañante con todo el aire que es capaz de atrapar.
- Por acá - le contesta.
Corre unos metros hasta ubicarlo. Lo ve subido a la Pirámide de las Piedras, con el martillo improvisado que llevaron durante el trayecto y un trozo de metal que no había visto hasta entonces.
- Estoy dejando el mensaje.
Graba en la piedra mas alta del monumento una frase inventada e improvisada pero que parece correcta, con aire de pérdida. En la piedra mas alta se lee "Existió amor".
Baja y abraza a la mujer, que con lágrimas en los ojos, ve como las nubes amenazantes están cerca.
- No puede llegar hasta acá, ¿no?
- No lo sé, mi amor.
Apurados y de la mano llegan al muelle. Un barco grande y rústico está todavía amarrado y con otras personas a bordo, los últimos sobrevivientes.
Suben y antes de zarpar, sin saber si lo imaginan o de verdad lo oyen, el sonido de botas caminando a paso firme por sobre el cesped penetra en la mente de todas las personas del barco.
Todavía en la costa, una serie de olas hacen temblar la embarcación con el cielo ya cubierto.
En medio de la tormenta, todos oyen una misma frase.
- Me dicen "El Caminante De Ojos Negros"...
Los bebés a bordo comienzan a llorar, un hombre viejo muere de un infarto, todas las personas dudan si llegarán.
[Publicado por Lucas Corteenelojoderechoqueleduele. Es un placer.]