lunes, mayo 18, 2009
La batalla
- ¡El Rey vuelve!
- ¡Está herido, el Rey está herido!
- ¡Rápido, escolten al Rey al Castillo, llamen a los curanderos, apurarse por Dios!
Luché por la libertad de la Ciudadela. Bajo mi mando transcurrieron victorias sangrientas y batallas agónicas. En oscuridades sin igual peleamos contra ejércitos que harían temblar a cualquier reino sobre la tierra de los hombres, que le quitaría el valor de su corazón a cualquier guerrero, entre sombras densas luchamos hasta que la luz por fin nos llegaba, y con ella la victoria.
A la batalla de hoy le debo mi gloria y posteridad, si seré recordado o no, pero lo mismo da, eso no es importante, importante es resistir.
- ¡Curanderos, apurarse!
- ¡Atención, la reina llegará en cualquier momento!
- General, la caballería enemiga se acerca.
- ¡Defiendan entonces, y que no pase nadie!
- Sí, señor...
Esta es la última batalla, mía y de los demás. Los corazones están hundidos, deprimidos en un abismo de terror y miedos inquietantes; las almas, esclavizadas por monstruos fuertes, crueles y estúpidos, no pueden ver el sol, y las nubes negras enemigas construyen armas en las mentes humanas.
Paso a paso avanzan sobre los patios. Rodean la fortaleza. Decenas de miles de seres repulsivos nacidos de pesadillas quieren cumplir sus deseos de asesinato. Una niebla demasiado conveniente como para ser casual los protege y les otorga la cualidad de lo invisible.
- Defiendan... Defiendan la puerta ...
- Alteza, estará bien, nosotros hacemos todo lo que podemos, usted descanse...
- ¡Derriban la muralla sur, general!
Inservible, solo existo para ver la ruina final.
Ellos han entrado.
Bestias oscuras y deformes rompen los ladrillos de la puerta sur con masas, arietes y otras armas de asedio. La muerte cae encima de mi ciudad de oro, una inundación de dolor. Los soldados, con desesperación y sin lógica, tratan de escapar de un final anunciado. Espadas traspasan nuestros escudos, hachas rompen craneos, flechas atraviesan armaduras, ojos de llanto se cierran para siempre, bocas enmudecen, sombras se acomodan en las mentes.
Veo todo desde una perspectiva tan perfecta como horrible. Nunca he sufrido crueldad tan alevosa.
Un curandero logra sacar mi armadura metálica y deja ver mi prenda blanca, ahora color carmesí. La sangre está en todo mi pecho, y la herida todavía sin conocer. No siento ningún dolor, permanezco entumecido en mi totalidad, y cualquier sensación física deviene desde una distancia larga y callada, todo el dolor y la agonía es creada por mis sentimientos de derrota, de fracaso y de muerte.
Padres e hijos son masacrados en los pasillos de la Ciudadela por las bestias oscuras sin compasión, y domadas por la violencia, asesinan sin respeto alguno. Las bestias, con sus dientes filosos y amarillentos, ríen y se vanaglorean de los hombres caídos, y se burlan de sus cadáveres tiesos. Mujeres y niños son masacrados en los escondites y los vivos se ahogan en sangre aún caliente.
- ¡Amor, dime como te sientes, por favor!
Llegó ella. La veo, la puedo sentir, algo cambió de un segundo al otro. Su perfume invadió el aire, su paz calmó la temestad, su luz iluminó mi oscuridad, su amor transformó la historia.
El curandero dio un paso atrás. Había encontrado la herida, una larga y profunda cerca del hombro izquierdo, pero con mi Reina, él ya no hace falta.
- Mi amor, mi amor, por Dios, mi amor.
Sus voz tiene un dote increíble que pocos pueden identificar, no quedan seres como ella, su raza ya no existe en Tierras mortales, y es posible que fuese la última Hada.
Recordé nuestro primer beso, en un invierno frío como pocos, donde nos escapamos y nos escondimos y pagamos las concecuencias de tan estúpida acción de chiquilines, pero había valido la pena. El mejor beso de mi vida, el mas recordado de todos.
- ¿Donde duele, mi amor?
- No llores, preciosa, no llores...
- Decime donde duele, donde...
Sus lágrimas se deslizan por sus mejillas y caen hasta chocar en mi piel. Que belleza la de las Hadas, inalcanzable para cualquier ser humano tal nivel de perfección. Pone una mano en mi herida y recita unas palabras de su idioma que no puedo comprender pero que he oído en el pasado. La herida se cura en segundos y la sangre ya no se escapa, la carne se une, forma lazos y no se desprende. El abrazo eterno y triste viene enseguida, seguido de lágrimas sin culpa ni remordimientos, solo lamentos.
Sano de nuevo, me pongo de pie para ver la desidia del destino. Las estructuras colapsan en la destrucción del espíritu. La felicidad antigua hizo metamorfosis y ahora se deja ver como derrota miserable el día de hoy.
Pero entonces, el milagro.
Luz.
El día.
Entre las nubes asoma un sol furioso.
Las almas y la valentía retornan a los guerreros. Las bestias se acobardan, enlentecen, debilitan y mueren por el poder de la fuerza del hombre. Las mentes se aclaran, los corazones recuperan el fuego de la vida que se iba hacia las sombras. La niebla desaparece, las manos no tiemblan.
- ¡Muerte!
- ¡Acabar con los demonios!
La ciudad está hecha pedazos, no estoy seguro si esta luminosidad santa nos alcance para vencer, pero sin dudas que la Ciudadela no caerá hoy.
Hoy pelea.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
al final de todo tendría que decir "basado en hechos de la obra El señor de los anillos" jajaja. Sos un grande loquito. Te amo amigo
Opino igual que Anto, jajaja.
Cuando lo leía, iba imaginándolo, y se re parece.
Che, locazo, a ver cuándo te ponés las pilas (?
Jajajaja.
Dsps hablamos, cuña!
no creo qeu tenga algo que ver con el señor de los anillos... pero me parecio medio aburrido ;) sera la proxima
el parecido al señor de los anillos debe ser el combate cuerpo a cuerpo, los castillos y las batallas. pero eso sólo es contexto
me pareció buenisimo, para ser sincera, el claro mensaje de no caer hace que esta narración en particular, me encante
saludos!
Publicar un comentario